"El río imaginado" de Alejandro Susti




Docente universitario, compositor y músico, Alejandro Susti (Lima, 1959) ha publicado cinco poemarios: Corte de amarras (2001), Casa de citas (2004), Cadáveres (2009), Escombros de los días (2010) y El río imaginado (2012). En su trayectoria como poeta, puedo reconocer dos momentos: el período de los inicios constituido por los tres libros, donde se observa la búsqueda de un estilo propio y el influjo de la poesía de Antonio Cisneros y Luis Hernández, entre otros poetas de la llamada generación del sesenta; y la etapa de madurez que comienza con Escombros de los días y culmina con El río imaginado, poemario que obtuvo el Premio Copé de Plata, otorgado por Petroperú, en 2011. Un tema que recorre la obra de Susti, a partir de Cadáveres, es el de la muerte y que cobra auge en Escombros de los días: “Prefiero la vida del muerto:/ la dura persistencia de sus huesos/ la capa helada de sus días y fósiles de plata/ todo ello al fin idiota de nuestros pasos/ al hiato abrupto de los sueños” (p. 29). Dicha reflexión se centra en la figura paterna, por eso, algunos poemas, desde el título, anuncian ese recorrido semántico: “Cuerpo de mi padre (1)”, “La sangre de mi padre”, entre otros.

El río imaginado (Lima: Copé, 2012, 70 pp.) confirma las virtudes de Escombros de los días, pero posee una estructura más compleja y evidencia el empleo de la prosa poética: tiene dos partes que remiten a dos universos culturales disímiles (“Hemisferio Norte” y “Hemisferio Sur”). Desde el punto argumentativo, tenemos aquí una dimensión comparativa que subyace a dicho procedimiento. Se trata, sin duda, de oponer una experiencia de migrante latino en los Estados Unidos (“Postales americanas” se denomina el primer apartado de “Hemisferio Norte”) a  la vivencia de regresar al Perú (“Costa de Lima” es uno de los poemas más intensos al respecto). En otras palabras, estamos en presencia de lo que Antonio Cornejo Polar llamó “sujeto migrante”, aquel cuya memoria se halla fragmentada entre un “aquí” y un “allá”: puede mirar, desde el mundo andino, la urbe moderna, hecho que se observa en “Idilio muerto”, poema de César Vallejo; o en otros textos de Antonio Cisneros, donde se ve la ciudad de Niza a partir de la óptica de un profesor latino que ha migrado a dicha urbe.

Si bien la biografía no se refleja fielmente en un poema, sí constituye una cantera de experiencias inagotables. El propio Susti ha vivido durante varios años en Estados Unidos y ha regresado a Perú, particularidad que, de alguna forma, influye en su obra lírica. No obstante, un crítico literario no puede concebir que un poema constituya un reflejo mecánico de la vida del autor, pues de ese modo olvidaría el trabajo de filigrana con el lenguaje realizado por el poeta.

Uno de los grandes aciertos de El río imaginado es el cambio de tono que realiza Susti a lo largo del poemario. En Cadáveres había una cierta monotonía estilística que le quitaba fuerza y capacidad persuasiva al mencionado libro. En El río…, por el contrario, hay un tono narrativo (poema “Tierra prometida”), otro lírico (“El ojo que llora”), una dicción irónica (“Breve historia de Isabel Jones”), entre otras posibilidades. Esta característica es una lección muy bien aprendida de la lectura de poetas como Rodolfo Hinostroza y Antonio Cisneros.

En “Hemisferio Norte”, Susti asimila los aportes de sus maestros para configurar una crítica a la exclusión y marginación que sufren los latinos en los Estados Unidos. Para ello, emplea un simbología bíblica (Cisneros había hablado de la alegoría de la ballena para referirse a la alienación del mundo capitalista en “Apéndice del poema sobre Jonás y los desalienados”) y utiliza la noción de “tierra prometida” para desarrollar la idea de cómo los migrantes latinos se desplazan a los Estados Unidos buscando un horizonte más promisorio: “río de locomotoras y telégrafos y ferries  que acuchillan las distancias/ de los inmigrantes ilegales y la vida nueva hecha a plazos/ río del negocio de los caballeros de los clubes y casinos y monedas” (p. 11). El poema “Hormiga” recuerda algunos pasajes de Canto ceremonial contra un oso hormiguero, donde Cisneros. Susti remarca: “Eres una hormiga en los confines de un infierno nunca imaginado” (p. 13). Ello le permite al poeta reflexionar sobre la violencia en el mundo moderno: “aquel Padre ordenaba que el Gran Templo fuera destruido a cañonazos y pedradas, pues los simulacros –como todo en esta vida, anunciaba nuestro Padre—serían siempre condenados al polvo y al olvido” (p. 14). En “Banca del parque”, el hablante lírico desmitifica la noción de progreso. Tanto los exploradores como los colonos y exiliados buscan el paraíso perdido, pero este se transforma en “la proclama del Progreso enjaulada en la voz de un mercachifle” (p. 16).

“Hemisferio Sur”, por el contrario, se inaugura con el descenso del avión que llega desde Estados Unidos a Perú: “El pasajero va y viene, imaginado por el río” (p. 41). En tal sentido, el río de la vida (concebido por Jorge Manrique) pasa a ser el “río que durando se destruye” (Pablo Neruda). En la poesía de Susti, el río es la metáfora del movimiento del que migra buscando nuevos horizontes y regresa a su país para instalarse en el recodo de su patria: “Aterrizar, amerizar, posar sobre el agua del río” (p. 43). Poemas como “El cielo de Lima” o “Cerro San Cristóbal” son reflexiones sobre cómo el discurso de la violencia y de la muerte ha predominado en la historia del Perú.

El río imaginado es un poemario estructurado con solidez y busca la renovación de la poesía conversacional a través de la experiencia del sujeto migrante. Se trata, sin duda, del poemario más logrado de Alejandro Susti.

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