Utilidad de la poesía


Alguna vez un amigo científico que se dedicaba al estudio de la física contemporánea me dijo: “La poesía no sirve para nada”.  Dicha frase me dejó perplejo, pues, en ese momento, escribía un ensayo sobre el gran poeta surrealista peruano César Moro. ¿Tenía razón mi amigo al afirmar el carácter inservible de la poesía? ¿O estaba equivocado en sus apreciaciones?
El Centro Vasco sobre la Cognición, el Cerebro y el Lenguaje (BCBL) difundió, a inicios de 2012, los resultados de una importante investigación. Llegó a la conclusión de que  “cuanto menos natural es la expresión, más recursos requiere -el cerebro- para ser procesada por la parte frontal izquierda, área relacionada con la actividad intelectual”. En tal sentido, el cerebro de una persona trabaja más si esta es expuesta al desciframiento de metáforas y de otras figuras literarias, contenidas en un poema: “Entre los análisis –dicen los científicos del BCBL--  primó el estudio de la figura literaria “oxímoron”, que consiste en el uso de conceptos de significado opuesto, que generan uno diferente (“un instante eterno”, “desacuerdo unánime”). Universitarios entre 18 y 25 años se enfrentaron a frases neutras y listas de figuras retóricas mientras se medía su actividad cerebral con electroencefalograma para extraer información sobre el procesamiento de las figuras”. Nicola Molinaro, quien guía esta investigación, precisa que los resultados de esta pesquisa podrían servir para aplicaciones terapéuticas, pues “indica que casos de demencia fronto-temporal, que impide a los pacientes percibir la realidad con sus sentidos, podrían enfrentarse a “entrenamientos” cerebrales a través de la exposición a figuras retóricas con resultados positivos”. En consecuencia, la lectura atenta de poemas hace que nuestro cerebro trabaje más al descifrar unos versos y permite potenciar un ámbito de este vinculado al desarrollo intelectual.
Además de ello, la lingüística cognitiva de George Lakoff y Mark Johnson ha demostrado que el pensamiento del ser humano es, en gran parte, metafórico. Por eso, en uno de sus libros se dedican al análisis minucioso de las metáforas de algunos poemas. La idea no deja de ser sugestiva. Por ejemplo, la civilización capitalista y moderna se comprende plenamente sobre la base de una metáfora fundamental: “El tiempo es dinero”. Y si hablamos de la perspectiva premoderna y aristocrática de Luis XIV, no podemos dejar de mencionar otro giro metafórico atribuido al monarca francés: “El Estado soy yo”.  La poesía, sin duda, constituye, en grado sumo, la expresión más elevada del carácter metafórico del pensamiento humano. Un texto de Pablo Neruda, por ejemplo, está lleno de metáforas: “Residencia en la tierra” es un título metafórico y ambiguo: ¿se habla de la tierra como planeta o como sinónimo de naturaleza? He ahí una interrogante que estimula la curiosidad del lector.
Hay otra razón que es, sin duda, fundamental y se manifiesta, con claridad meridiana, en la poesía moderna. Según Umberto Eco, esta última formula la poética de la obra abierta, vale decir, un poema de Charles Baudelaire o de Stéphane Mallarmé constituye una obra inacabada cuyo sentido debe ser completado por la imaginación del lector. En otras palabras, el receptor se convierte en un creador al imaginar el sentido completo que tiene un texto. Por ejemplo, César Vallejo afirma: “”Amado sea el niño, que cae y aún llora/
y el hombre que ha caído y ya no llora!”; el lector, en dichos versos, tiene que imaginar a qué niño se refiere el poeta y por qué este último se contrapone al hombre adulto. En consecuencia, la lectura de poesía incentiva la capacidad de análisis y la conciencia crítica del lector.

Ahora puedo comprobar que mi amigo científico no comprendía el valor ni la utilidad de la poesía para el procesamiento de la información que realiza nuestro cerebro. En tal sentido, un poema es siempre una invitación a emplear creativamente nuestras facultades cognitivas. Enseña a razonar y nos hace partícipes de una experiencia subjetiva a través de la magia del lenguaje.

Comentarios

TImide dijo…
Vaya, quién lo diría, con razón siempre le doy vueltas a los versos leídos. ¡Que vivan las metáforas!

Saludos Profesor.

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