DOS ÓPERAS PRIMAS (1)

Acabo de releer los primeros poemarios de dos poetas jóvenes. Me refiero a Poema encarnado[1] de Dante Ramírez la Torre[2] y Fragilidad de lo visible[3] de Alex Morillo que revelan las múltiples direcciones de la poesía actual en el Perú. Los dos libros se apartan, en mayor o menor medida, del coloquialismo que primó a partir de los años sesenta y que tuvo en Antonio Cisneros a uno de sus principales exponentes. Frente al poema narrativo, Ramírez y Morillo optan por la densidad metafórica y por la eliminación de la anécdota. En tal sentido se vinculan –de alguna manera-- con algunas conquistas del vanguardismo y con la obra de ciertos poetas de los años cincuenta (Javier Sologuren, por ejemplo) que recobran el legado surrealista y trabajan con el elemento metafórico del poema. Dante Ramírez habla del “poema encarnado”, es decir, un racimo corporeizado de versos porque busca traducir (léase trasladar) el latido desde la carne: “Sientes un latido inevitable/ subir desde lo profundo de la carne” (p. 32). La propuesta no es tan original, pero sí tiene algunos ribetes sugestivos porque medita en torno a la fragmentación del cuerpo como un espacio donde se manifiesta la muerte de modo inesperado. Esta poesía (plena de erotismo) actualiza la noción de un pasado reducido a un conjunto de fósiles y desarrolla el motivo del espejo y de la fragmentación como ejes semánticos esenciales.

En “Ante el espejo” se dice “llenar de albures el espíritu/ dulcemente devorado/ ante el espejo” (p. 13). La idea es sugestiva, sin embargo, la realización formal no es tan acertada por la proximidad entre el adverbio “dulcemente” y el adjetivo “devorado” que, en mi opinión, configura un lugar común. Es que la poesía está conformada, sobre todo, por palabras y estas exigen una cuidadosa elección. En “Poema” se afirma “Dices nada/ danzando en los espejos sin fondo” (p. 15); aquí el silencio como crisis de la comunicación se asocia con la música y con la noción de una imagen que se busca en el fondo del espejo. De alguna manera, el arte musical permite acceder a otro tipo de lazo entre el yo y el otro que permita superar los límites de la comunicación meramente verbal.

La fragmentación se asocia también con la imagen especular. Octavio Paz, en “Fábula”, escribía “espejos rotos donde el mundo se mira destrozado”. Un texto de Dante Ramírez lleva por título “Cantos fragmentados”. Se dice que los “arpegios rompen los espejos” aludiendo a un obvio proceso de fragmentación. Parece ser que, ahora, la música abre las puertas al renacimiento del amor y al “crepitar de los sentidos” (p. 31). Es decir, si el poemario habla siempre de celebraciones en el cuerpo del amor, entonces hay la posibilidad de acceder, después de la fragmentación, a un mundo donde solo el contacto corporal permita llegar al conocimiento del otro: “Sólo mis dedos saben/ a qué saben/ los colores de tu rostro” (Ibídem).

Poema encarnado tiene aciertos y límites. Hay un buen manejo del ritmo y una reflexión en torno al tiempo mítico, al pasado como un conjunto de fósiles y a la confrontación entre sueño y vigilia; no obstante, es un libro quizá demasiado extenso. Creo que el poeta debió ser más selectivo y no publicar tantos poemas. No hay que olvidar que El pie sobre el cuello, uno de los grandes libros de Carlos Germán Belli, está constituido por muy pocos textos y, sin embargo, resulta de enorme densidad y manifiesta un temple experimental francamente notable.


[1] Dante Ramírez la Torre. Poema encarnado. Lima: Hipocampo Editores, 2008.
[2] Antes Ramírez había publicado un volumen colectivo En la orilla del ocio (2003) con Percy Ramírez; sin embargo, su primer poemario individual (ópera prima) es Poema encarnado.
[3] Alex Morillo. Fragilidad de lo visible. Lima: Pájaro de Fuego Ediciones, 2008. Morillo también ya había publicado una plaqueta colectiva llamada Nudos (2007).



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