"Bástate alegría" de Luis León Velásquez

El soneto es un poema compuesto por dos tercetos y dos cuartetos. Se ha empleado, en la tradición poética en lengua castellana, el soneto alejandrino y el endecasílabo. En la poesía peruana del siglo XX, algunos autores, vinculados al vanguardismo, han retomado el soneto. Por ejemplo, Martín Adán, en Travesía de extramares; César Vallejo, en Poemas humanos, emplea dicha estructura estrófica en “Piedra negra sobre una piedra blanca”, aunque en el marco de una poética posvanguardista. Ello evidencia cómo hay un contrapunto entre la estructura estrófica (el soneto es de origen italiano) y la imaginería vanguardista, donde se observa la metáfora de términos alejados, que tanto obsesionó a Pierre Reverdy o Vicente Huidobro. En la joven poesía peruana hay una tendencia neobarroca, representada por Roger Santiváñez y Gabriel Espinoza Suárez, entre otros. Allí se ubica, con matices distintivos, Luis León Velásquez (Lima, 1983), quien ha publicado su segundo poemario: Bástate alegría (Lima: Paracaídas, 2011, 39 pp.), donde retomar el soneto tanto el alejandrino (constituido por versos de catorce sílabas) como el endecasílabo (formado por versos de once sílabas). José Antonio Maravall, autor de La cultura del Barroco, ha precisado algunas características de la estructura mundana de la vida que se manifiesta en la literatura barroca: la noción de movimiento, heredada del Renacimiento; la inconstancia como factor insuperable; una etapa de ascenso y otra de declinación; la variedad como rasgo de la realidad; la fugacidad; el tema de las ruinas; el ser humano depende las circunstancias; el papel de la fortuna y de la ocasión; y el mundo fenoménico donde las cosas constituyen solo apariencias. Algunas de estas particularidades de la visión barroca se revelan en Bástate alegría. Por ejemplo, en “Paz” se observa la idea de movimiento y el surgimiento de una fase de declinación y otra de ascenso: “Caliente de brasas el volcán hipa/ solloza desespero puertas es humo/ vuela ceniza tocando la nube/ y brotan tempestades del altar”. Aquí se observa, asimismo, una concepción basada en que los objetos son solo apariencias: la ceniza aparenta ser ceniza, pero, en realidad, es un ala que vuela hacia el cielo; las puertas no son puertas, sino humo. En “Fuego (díptico vital)”, observo un proceso parecido: se aspira “gota a gota” el océano, de manera que este último aparenta ser un océano, mas, a decir verdad, no lo es; además, allí reconocemos el tema de la fugacidad: “yacerme/ eterno como fugaz bajo mi estrella”. Este juego de opuestos me hace recordar, salvando las distancias, algunos giros de la poética conceptista de Quevedo. La idea de variedad, tan típica de la cosmovisión barroca, se evidencia en “Special needs”, donde el poeta asevera: “rodando cómo el trote como sonrisa fija/ te voy por variar a varar solo objeto sólo”. La paronomasia subraya ese eje temático. En “Fantasía”, el locutor insiste en la oscilación barroca entre el ascenso y el declive: “Acaba ya disuelto el Estrellado/ viendo en olas tumbo y algo de nao/ fantasía que estuvo y va”. Bástate alegría es un buen poemario por el manejo de las imágenes y del ritmo. Tal vez, como dice Omar Calabrese, estamos en la era neobarroca.

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