"Poesía junta" de Marco Martos




Integrante de la llamada generación del sesenta, Marco Martos (Piura, 1942) ha forjado una poesía que destaca por su originalidad, capacidad crítica y notable manejo del verso  libre o de las estructuras estróficas tradicionales. Recientemente, ha visto la luz Poesía junta (Lima: Ed. San Marcos y APL, 2012, 550+628 pp.), primer tomo (que consta de dos volúmenes) de la obra completa de Martos.

La lírica de Martos se puede dividir en tres períodos: 1) El de los inicios, que abarca Casa nuestra (1965), Cuaderno de quejas y contentamientos (1969) y Donde no se ama (1974), donde se manifiesta la incorporación de la lírica coloquial y un tono irónico y desacralizador de ciertas convenciones sociales como el matrimonio; 2) El de madurez expresiva, que va desde Carpe diem (1979) y llega hasta Leve reino (1996), que revela un poeta de mayor mesura expresiva y desprovisto, un tanto, del tono iconoclasta de la primera etapa; y 3) El de vuelta a las formas estróficas tradicionales, que comprende desde El mar en las tinieblas (1999) hasta los últimos poemarios, y en el cual Martos dialoga, de modo fecundo, con la tradición occidental; por ello, observamos las referencias intertextuales a Dante, San Juan de la Cruz, Homero, entre otros monumentos de la literatura universal.
Gran lector de Antonio Machado y de la poesía española de la Edad de Oro, Martos ha construido un camino muy personal en el ámbito de la lírica peruana del siglo XX. En “Contra Critias” (Casa nuestra) afirma: “Cojo la pluma y digo/ lo que me viene a la lengua/ lo que siento de adentro/ lo que nadie me dicta”. Allí se observa una concepción del poema que se nutre de la oralidad cotidiana y expresa la libertad del sujeto en el ámbito de la modernidad para construir su propio discurso poético. En “Poema” (Cuaderno de quejas…) se dice: “No es la hora de Rimbaud, no es su hora./ Busquemos lo maravilloso/ dando vueltas alrededor de lo concreto”. En este caso, la referencia de Martos al poeta simbolista francés configura una poética absolutamente distinta. Ya no es la hora de Rimbaud, aquel que decía que la poesía se basaba en una absoluta desorganización de los sentidos, principio que influirá poderosamente en el surrealismo; Martos, por el contrario, considera que ya no es el tiempo de la sinestesia simbolista (recuérdese el poema "Vocales" de Rimbaud), sino de sostener el hacer poético sobre la base de una profunda observación de los hechos palpables de carácter histórico. En fin, la poética de Martos ha variado a lo largo de las décadas: desde una óptica profundamente oral que dio relieve a la inmediatez del acto poético a un código de mayor elaboración formal donde prepondera, sobre todo, el juego intertextual y las referencias no solo a Rimbaud, sino también a Dante y Homero.

Que la publicación de Poesía junta sea un homenaje a un hacedor de la palabra, a un devoto del ritmo y de las aliteraciones. Por eso, esta escritura (la de Martos) cautiva, pues su musicalidad se impone y sugiere atmósferas  que invitan al lector a realizar esa eterna comunión con la palabra: la poesía.


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